El Museo Balzac: Literatura, clorofila y tranquilidad

Lejos del tumulto y el esplendor de los grandes monumentos, el Museo Balzac, situado en el corazón del valle del Indre, en el hermoso pueblo de Saché, cerca de Azay-le-Rideau, ofrece una pausa romántica en un ambiente tranquilo e incluso monacal, fuera de las rutas habituales.

Sumergido en el corazón del siglo XIX, descubrirá el lugar donde Honoré de Balzac se alojó varias veces, entre 1825 y 1842, invitado por su amigo Jean Margonne y su esposa, propietarios de los lugares. Allí mismo escribió Le Père Goriot, Louis Lambert, César Birotteau, Ilusiones perdidas y donde encontró el marco ideal de su más famosa Azucena en el valle.

Entre relatos y realidad

En los últimos años, el Museo ha hecho hincapié en la identidad Balzac del castillo, enriqueciendo las salas de recepción y los apartamentos del segundo piso con magníficos muebles confiados por el Mobilier National. Cada sala hace referencia a la vida de Balzac o a la de sus personajes.

Por cierto, de hecho, no sabemos muy bien, ¡y es lo que hace la visita mágica! ¿De qué lado del espejo estamos? ¿Con Balzac, los Margonne y la señora Hanska o con Félix de Vandenesse, la señora de Mortsauf y el padre Birotteau?

¿Qué importancia tiene eso? Muchas posibilidades de que Balzac, si regresara, se sintiera de nuevo en su casa, recuperaría la propiedad y volvería a escribir, ya que la atmósfera actual del castillo es propicia para la reflexión.

Punto fuerte de la visita: la habitación de Balzac. Ciertamente la habitación más conmovedora para los de Balzac. Todo es sobrio y sin artificios, casi austero. En el centro, frente a la ventana que da hacia «el valle solitario» y «los bosques dos veces centenarios», la pequeña oficina y la poltrona donde, incansable, el autor se instalaba para escribir durante horas. ¡Casi se podría adivinarle allí, vestido con su bata trabajando sin descanso hasta que suene la maldita campana anunciando la cena!

En el mismo piso, la sala de manuscritos también presenta grandes sorpresas a los apasionados. Se conservan preciosos documentos escritos o publicados por Honoré de Balzac.

Podrá hacer una inmersión mucho más en esta atmósfera de Balzac en los salones musicales propuestos por el museo (previa reserva).

De Balzac a Rondin: la obra que hace la unión

En la planta baja, es el impresor, Balzac que se encuentra en una asombrosa sala de imprenta del siglo XIX. Y justo al lado, aparece la sala Rodin. En ésta se encuentra el estudio final de la escultura de Balzac pedida a Rodin por la Sociedad de los Hombres de Letras en 1891. Obra que por su originalidad en la época hizo mucho ruido y marcó un verdadero cambio en el arte de Rodin dando origen a la escultura moderna.

También se pueden admirar varios estudios de yeso y tiradas de bronce del artista expuestos junto a obras de los escultores Alexandre Falguière y Marquet de Vasselot.

Insólito: ¡siestas de tipo Balzac!

¡Pero por qué no! El marco idílico del Valle del Indre y del Parque del Castillo que Balzac describió en la Azucena en el valle se va de maravilla.

El verano, los domingos, a primera hora de la tarde, en el momento del día en que el sol está en el cenit, el museo le invita a tomar un descanso y a recuperarse a la sombra de los árboles del parque.

Instalado cómodamente en tumbonas o si le apetece, tumbado en el césped fresco, sumido en una suave torpeza, será mecido por los relatos de la Comedia Humana. Una forma muy original de conocer al autor o volver a descubrir sus obras.

Y si, apaciguado y animado por tal experiencia, de repente se siente el alma de un aventurero, podrá seguir los pasos del autor para descubrir los paisajes y los lugares emblemáticos de la Azucena en el valle durante una caminata señalizada en el corazón del Valle del Indre (Documento disponible en la Oficina de Turismo y en el Museo Balzac).

Por último, si después de todas estas aventuras tiene un poco de hambre, siéntese en una de las muy buenas mesas del Mesó del siglo XII, donde Balzac solía ir.

Informaciones prácticas